Comunidad

Vida comunitaria

Uno de los elementos fundamentales de la Orden de Predicadores es la vida fraterna en comunidad. No se entiende un dominico sin comunidad.Sabemos que el fin de la Orden es la predicación, “la evangelización íntegra de la palabra de Dios”; nunca una comunidad dominicana puede encerrarse en sí misma. Pero este fin está coloreado por los distintos elementos de nuestra vida. Uno de ellos es la vida común, que es del que toca hablar en estas líneas.

La finalidad de la vida cristiana es clara: vivir y predicar la fraternidad entre todos los hombres, porque todos somos hijos de Dios. Pero los dominicos queremos vivir esa fraternidad en comunidad. Lo que implica no sólo quererse como hermanos, sino vivirla en comunidad dominicana. Algo distinto a otros cristianos. Este ser “comunitario” supone subordinar el proyecto personal al proyecto comunitario, elaborado por todos los miembros de la comunidad, según el Evangelio y las Constituciones de la Orden.

Esto explica por qué Santo Domingo pedía a sus frailes “comunidad y obediencia”. La obediencia dominicana consiste en que todos los miembros de la comunidad, con el prior a la cabeza, busquen cuál es voluntad de Dios, teniendo en cuenta las circunstancias del lugar, de la época, de las personas que la componen… y después, todos obedecezcan lo acordado. En este proyecto comunitario deberán concretar lo relativo a la misión de esa comunidad, a la oración, al estudio, al horario, a la distribución de tareas y cargos… Todo, pues, queda coloreado por la comunidad. Los dos grandes enemigos de la vida comunitaria son el egoísmo, el pensar sólo en uno mismo y no en el bien común de la comunidad, y el no ser capaz de subordinar el proyecto personal al comunitario. “Para que sea más fructuosa la cooperación apostólica y la comunión fraterna, es de sumo interés la participación unánime de todos los frailes: el bien, en efecto, que es aceptado por todos, es promovido con rapidez y facilidad”.

Lo comunitario y lo personal, entre nosotros, están bien hilvanados. Ser comunitario no supone perder la propia personalidad. La Orden busca, desde el noviciado y los siguientes años de formación, que sus frailes sean personas maduras, desarrollen todos sus talentos, piensen por sí mismos. Y desde esa personalidad madura vivan en comunidad, y contribuyan con sus luces y dones, al bien de ella, y así al bien de la Iglesia y de la sociedad. Por eso, nuestras Constituciones piden a los superiores que “presten diligente atención a las dotes peculiares de los frailes, y justiprecien y utilicen las posibilidades suscitadas por el Espíritu Santo en la Orden para bien de la Iglesia según los tiempos y necesidades. Por lo mismo, tanto en el desempeño de los cargos como en el acometer alguna empresa, reconózcase a los frailes la adecuada responsabilidad y concédaseles la adecuada libertad, dentro de los límites del bien común, y según la capacidad de cada uno”.

Dos notas típicas del modo de entender la Orden la comunidad, donde también se advierte el reconocimiento de la mayoría de edad de todos los frailes. Primera: nuestro modo de elegir los cargos importantes. La protagonista es la comunidad. Toda elección es de abajo a arriba. Los miembros de una comunidad eligen a su prior. Los priores y los representantes de los conventos eligen al provincial. Los provinciales y los representantes de cada provincia eligen al maestro de la Orden. Segunda: aunque cabe la dispensa, los cargos en nuestra Orden, el maestro general, el provincial, el prior, el administrador… sólo pueden ser desempeñados por dos periodos seguidos, para que todos puedan ejercer esos cargos y no unos pocos.

Los frailes queremos edificar en cada convento lo que queremos conseguir con nuestra predicación: una comunidad de hermanos porque Dios es nuestro Padre.

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