Junio 2020

Estimado hermanos y monjas de la Orden en Centroamérica:

Con gusto me dirijo a ustedes en este mes de junio, en la larga travesía de esta pandemia del COVID-19 y que ha abarcado el tiempo de Cuaresma y Pascua. Sin duda, al culminar ayer este tiempo solemne con la Solemnidad de Pentecostés, hemos pedido que la fuerza del Señor Resucitado dé a nuestro mundo la sabiduría y ciencia necesaria (dones propios del Espíritu) para la sanación de nuestro mundo.

Pero también, hemos pedido para que este tiempo sea de osadía, creatividad y de discernimiento, para la vida de nuestra vida dominicana al servicio de la humanidad y de nuestra misión en los multiformes ministerios que realizamos desde el carisma de la predicación.

No hay que negar que Centroamérica recorre diferentes, y difícil de situaciones virulentas dentro del mismo mal que aqueja a la humanidad entera. Esta semana otra situación climática que afecta a nuestros países y los hace más vulnerables. En todo esto, he vivido con con gozo el comunicarme con las comunidades y verles en sus alegría, penas, dolores per llenos de esperanzas en medio del tiempo que nos toca vivir y que parece postergarse lentamente. Pienso que el Espíritu ayuda a vivir desde la mística y ésta nos ayuda a resistir y a caminar.

No obstante, en medio de estas circunstancia como hermanos en la predicación hemos sondeado la realidad desde diferentes mediaciones e instancias de animación, formación, economía, promoción vocacional y de distintos apostolados. Así mismo, encuentros fraternos con comunidades para animarnos mutuamente en la esperanza.

En medio de ello, hemos proclamado la Palabra de Jesús quien promete al Defensor, al que está al lado nuestro, al Paráclito. Sin duda, debemos recorrer aún este tiempo bajo la pedagogía del Espíritu y desde él esclarecer nuestras perspectivas personales, comunitarias, eclesiales y por ende, las apostólicas.

De esta promesa, Jesús insiste que “manarán torrentes de agua viva” aunque por este tiempo saquemos del pozo una sola gota o sin duda “sólo el esfuerzo” de intentarlo Y que nos hermana solidariamente con todos los seres humanos. Esta realidad también nos ha enseñado a aprender del mundo, de la intensidad de las cosas pequeñas, de depender de otros y de cuidar la fraternidad y sororidad de nuestros mundo circundante.

Esto nos prepara a lo que el Papa Francisco invita a lo largo de sus discursos en esta circunstancia e invitarnos a “Prepararnos para ese día después del virus”. Este tiempo requiere recoger nuestra experiencia sentiente, para hacer un relato que definitivamente tiene que ver con nosotros, con los otros y con lo otro, pues en definitiva, seguimos siendo para nuestro Dios “ el mejor relato que él espera de sí mismo”.

Que nuestra web, nos ayude a contar esas maravillas de Pentecostés que vemos a diario, que circundan en nuestro mundo o que habitan entre nosotros. Este es tiempo de descubrir los nuevos lenguajes del Espíritu y que manifiestan que Dios sigue creando todas las cosas.

Con afecto fraterno en NP Santo Domingo,

Fr. Carlos Antonio Cáceres Pereira, OP
Prior Provincial

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